Después de las Elecciones del pasado domingo, hemos asistido a cientos de tweets, comentarios en FB y hasta artículos de periódicos donde se ponía de manifiesto la “injusticia” de un sistema electoral que tiene sesgo mayoritario. Lo que no se dice es que el sesgo es para quien más provincias gane, de modo que solamente hay que ganar provincias para verse favorecido.
Contra lo que muchos piensan, lo que hace que nuestros sistema tenga este sesgo no es el uso de la regla D’Hondt a la hora de dar los diputados en cada circunscripción, sino al tamaño de las circunscripciones, que dan poco juego a la proporcionalidad. Hace unos meses el sistema electoral era el adalid del bipartidismo, pero nadie ha rectificado sus opiniones teniendo en cuenta que tenemos un cuatripartidismo con el mismo sistema electoral.
La gran solución que se extiende como la pólvora para acrecentar la proporcionalidad es que solamente haya una circunscripción para elegir los trescientos cincuenta diputados. A eso se le llama “sistema justo”. El problema que tiene ese “sistema justo” es que elimina del mapa y de la agenda política a millones de españoles para concentrarse en las grandes áreas de población, o dicho de otro modo: a nadie le importará los sorianos, los lucenses o incluso los onubenses.
Las propuestas de reforma electoral proliferan. En mi opinión muchas son técnicamente muy interesante, pero sacrifican dos cosas que son importantes: la facilidad para elegir la opción deseada y la facilidad para transformar los votos en escaños. Además normalmente pierden de vista el elemento territorial, que no es desdeñable como indicábamos anteriormente.
El problema para cualquier reforma del sistema electoral en España es que pronto el intento se encuentra con los límites constitucionales, aunque Pablo Iglesias aún no se haya leído la Constitución. Incluso un sistema muy parecido al vigente, que proponemos a continuación, necesitaría de una reforma constitucional.
¿Cómo mejorar la proporcionalidad sin olvidarnos del todo de la territorialidad? Convirtiendo a la Comunidad Autónomas en las circunscripciones para elegir a los diputados al Congreso.
Hemos hecho la siguiente simulación. Cada Comunidad Autónoma recibirá al menos un diputados y las ciudades con Estatuto de Autonomía se quedarán con uno cada una, como actualmente. Los restantes trescientos treinta y un diputados se distribuirán de conformidad a la población.

Una operación tan sencilla hace que el porcentaje de población de una Comunidad se acerque mucho al peso porcentual de sus diputados elegidos al Congreso.
Para adjudicar los escaños a cada candidatura hemos utilizado la regla D’Hondt y estos serían los resultados:


Si comparemos el porcentaje de diputados sobre el Congreso de cada candidatura con el porcentaje de votos recibidos en cómputo nacional podemos ver también como se acercan ambos datos y cómo el del 20-D es el más alejado.

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