Los líderes comunitarios se están mostrando muy consecuentes con el resultado del Referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. Si alguien esperaba, entre los que apoyaron ayer la salida, que iban a ver como se gimoteaba pidiendo a los británicos su permanencia, se ha confundido plenamente. Da la impresión de que quieren mandarle el mensaje al electorado británico de que tienen que asumir las consecuencias de lo que han votado.
El Tratado de Maastricht requirió dos referendos en Dinamarca, uno negativo y otro positivo, para poder ratificado. Por medio se negoció un protocolo que creó un régimen especial para los daneses dentro del Tratado. Los líderes comunitarios de la época estaba empeñados en meter a la Unión en una nueva etapa y estaban dispuestos a transigir incluso ante Dinamarca para lograr el objetivo general.
Una vez ante el abismo, una vez que los medios comiencen a informar de las dificultades reales de la salida del Reino Unido de la Unión y, pasados unos meses, cuando grandes empresas y fabricantes anuncien su intención de trasladarse al territorio de la Unión para evitar aranceles las encuestas pueden mostrar otra realidad. Cuando el paso del tiempo muestre claramente que el paraíso prometido por los que defendieron la salida se ha convertido en un infierno, entonces puede surgir la idea de un segundo referéndum, con un nuevo régimen (que ya habían conseguido hace unas semanas), sí puede ser ganado después de que los británicos hayan visto el abismo.
Y eso es lo que Merkel, Hollande y otros líderes quieren conjugar. No estamos en los primeros noventa, el Reino Unido no es Dinamarca y ya se han hecho todas las concesiones imaginables, decentes e indecentes a los británicos