Desde marzo, querramos o no, el monotema de los informativos y de nuestras vidas es el Covid-19. No es para menos, pues la enfermedad ha matado varias decenas de miles de españoles y a un millón de personas en todo el mundo.
Quitando el fútbol, única religión verdadera, todo lo demás empalidece al lado de la pandemia, pero la realidad es que sigue habiendo problemas que resolver anteriores al Covid-19, continuan las propuestas de los diversos grupos de activistas y de los grupos de interés por alcanzar los objetivos de sus respectivas agendas y hay que planear un futuro porque la pandemia algún día se irá.
Lo realmente difícil es sacar ahora un tema autonómamente, por eso todos los que deciden los mensajes no han tenido más remedio que vincular sus propuestas, proyectos o soluciones al Covid-19. Algunos presentan la pandemia como una ocasión propicia para ellos, otros como un método para luchar con la pandemia y otros sólo juegan a la mera yuxtaposición.
En las actuales circunstancias dejar de mirar únicamente al Covid-19 se torna complicado, pero una sociedad madura debería saber ver más allá del problema más grave para reconocer los otros problemas graves que, con toda probabilidad, permanezcan entre nosotros cuando el Covid-19 sea historia.
Sin menospreciar la tremenda importancia del Covid-19, no quiero dejar de señalar que la sociedad española, o sus medios de comunicación, es muy obsesiva y monotemática. Se exprime un tema y luego se tira como una cáscara de naranja después de conseguir el jugo. Y allí se pudre el tema, tras haber sometido a la audiencia a un empacho que le vacuna respecto del tema.
Un ciclo de noticias más largo en el tiempo y una agenda pública más plural y profunda ayudarían a mejorar el debate en nuestro país.
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