El pasado miércoles el Ayuntamiento de Barcelona decidió retirarle la medalla de oro de la ciudad al ex Presidente del Parlamento de Cataluña por sus múltiples declaraciones racistas, de las que nunca se retractó. La propuesta de Manuel Valls y los dos concejales que le apoyan fue apoyada por los comunes, los socialistas, Ciudadanos y el Partido Popular.
Sí, el Partido Popular que ha votado mil veces en contra de la Memoria Histórica, que se ha negado a cambiar nombres, a retirarle honores municipales a Franco y a los suyos, siguiendo el argumento de que nada se gana removiendo el pasado, vota a favor de quitarle una medalla, que no tiene efectos prácticos sobre la vida de los barceloneses, a alguien que ya está muerto.
Motivos para votar a favor hay tantos como las múltiples declaraciones que ha fundado la propuesta. Pero los mismos motivos que ha llevado al PP a votar a favor, podría aplicarlo en el caso del Franquismo. Esta votación sí ha sido remover el pasado, la cuestión no es ésa, sino si merece la pena que una ciudad honre a personas que no le merecen sean Barrera (el PP ha votado sí) o Franco (el PP se abstuvo vergonzosamente).
Ni me sorprende que el PP vote en este caso a favor, ni que se abstenga con Franco y desde luego mucho menos me sorprende que los nacionalistas e independentistas hayan votado en contra de quitar honores a un racista confeso. Lo más risible del caso es que la medalla de oro se la han quitado a otro Heribert Barrera, un tal Heribert Barrera i López, cuando el racista primer presidente de la Generalidad se llamaba Heribert Barrera i Costa, lo que me confirma una vez más la nula valía de nuestros políticos. Si en una cosa tan sencilla como comprobar los apellidos de una persona que murió anteayer (en el 2011) meten tan grotescamente la pata ¿qué no harán cuando gestionan temas tan delicados como la actual pandemia? Cada día tengo más claro que el problema de España es nuestra nefasta clase política. Desde el primero de VOX hasta el último de PODEMOS había que ponerlos a picar piedar a todos. Cada día estoy más convencido de que habrá una degollina de políticos como la que hubo de nobles en la Revolución francesa. Son muchos, no sirven para nada, tienen exorbitantes privilegios y nos cuestan un Potosí. Hay que fumigar. O ellos o nosotros.