Vox anunció en el último pleno del Congreso la presentación de una moción de censura y luego se fue de vacaciones.
Muchos medios transmitieron la idea de los voxeros de que el candidato a la Presidencia, requerido por la Constitución, no fuera Santiago Abascal, sino un “candidato independiente y de prestigio”.
La idea de la “personalidad independiente y de prestigio” no era mala, porque buscaba que todo el partido, con su líder a la cabeza, se escondiese detrás del prestigio personal de alguien. La independencia, cuando vas de la mano de un partido, es una mera etiqueta.
Ese candidato tenía que ser quien perdiera perder la moción de censura para que las cámaras no enfocasen a Abascal. Este candidato había de identificarse con una postura política extrema que llegaría a ser una mácula indeleble hacia el futuro, perjudicándole.
Es de suponer que Vox ha sondeado a una lista de posibles candidatos y que ninguno de ellos ha sido tan poco listo como para tirar su prestigio por la borda para que los Abascal, Ortega Smith, De Meer o Espinosa de los Monteros no tuvieran que sufrir un escarmiento parlamentario y salieran incólumes.
Ayer anunciaron que finalmente el candidato no será una persona de prestigio: será Santiago Abascal.
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