En el anterior sistema de partidos, Catalunya era uno de los principales caladeros del votos socialista. Vistos los resultados en las Generales, cabría pensar que serían equivalentes en las Autonómicas y en las Municipales. Si bien en las Municipales los socialistas catalanes no tenían malos resultados, en las Autonómicas CiU vencía y era el mayor grupo parlamentario. Se decía que una parte sustancial del electorado cambiaba sus criterios, y hasta decidía participar o no, dependiendo del tipo de comicios que se tratase.
Tras las dos últimas Elecciones Generales, Podemos y sus confluencias han mostrado una gran fuerza en Euskadi y en Catalunya. Esa fuerza no ha sido pareja a que se ha visto en las Elecciones Autonómicas. La decepción en Euskadi ha llevado a relegar a la que ha sido la candidata como portavoz del grupo parlamentario.
¿Es una cuestión de la candidata o de la campaña? ¿También lo de Catalunya? Ellos sabrán mejor que nadie cuáles eran sus expectativas y posibilidades, pero deberían contemplar el hecho de que esos electorados los consideren “buenos” para los comicios más “estatales” y menos para los “regionales”. No sería la primera vez que ha ocurrido y que está ocurriendo.
Es difícil encontrarse siendo los primeros un año y a los seis meses descender tres posiciones con los mismos electores. Pero hay dos posibilidades: aceptarlo y mantenerlo que no es poco, o variar, que tiene sus peligros.
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