Un síntoma de que Susana Díaz se encuentra en un momento que juzga fundamental es que habla de la profesión e su padre. No dudo y le honra que se sienta orgullosa de su padre, pero comienzo a estar un poco cansado de la pretensión de que ella es depositaria de la verdad de la izquierda por el simple hecho de que su padre era funcionario-fontanero del Ayuntamiento de Sevilla.
Mucho ha tenido que luchar la sociedad occidental para que la profesión o el origen de los padres de cualquier persona sea causa de legitimidad política. Mucho más lo ha hecho la izquierda, pero ahora llega Susana Díaz a reclamar la profesión paterna como capital político.
A veces uno tiene la sensación de que Díaz pretende tapar su notable falta de preparación y ser algo menos que mediocre en que es hija del pueblo, o que papá era fontanero o que siente como los vecinos más sencillos. Pura demagogia barata de quien solamente sabe destripar a los que dicen que son sus compañeros de partido.
Si Susana Díaz resulta de escasa instrucción no es por su origen familiar, ni por la faltas de oportunidades, sino porque ella tenía otros intereses.
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