Lo que más ha escamado de la investidura fallida de Rajoy era el hecho de que se utilizasen argumentos como “sentido de Estado”, “responsabilidad”, “patriotismo” o “el bien de los españoles” que solamente exigían sacrificios, inmensos, de los socialistas y no de los que deberían haber dinamizado el proceso, los populares.
Mariano Rajoy y el Partido Popular no han cedido nada. El acuerdo con Ciudadanos les ha otorgado el programa que no tenían en muchísimas materias y en los aspectos donde tenían algo concreto, no se han retirado un milímetro. Con 137 diputados querían ser investidos y gobernar como si hubieran obtenido la mayoría absoluta.
Si investir un Presidente y evitar unas terceras elecciones son un imperativo, el partido con más votos debe asumir sacrificios antes de pedírselos a los demás partidos, porque de lo contrario podremos pensar con sólidas razones que su pretensión es únicamente táctica.
Alfonso Guerra solamente admitía la abstención del PSOE si se daba la de Ciudadanos y la de Podemos, es decir, nadie saca beneficio ni es perjudicado por la decisión. Esta opción no desechada automáticamente porque todo esto no ha ido del interés de los españoles ni de la necesidad de tener gobierno, sino de la vida política de Mariano Rajoy.
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